domingo, 17 de octubre de 2010

El visitante

Y recibí la tercera visita en mi templo,
Llegó con todo su ímpetu de latido
A apoderarse de toda mi esencia.

No hubo lugar que sus firmes pasos
No hicieran estremecer
Las columnas de soporte se resquebrajaron
Y ni los centinelas que por años habían guardado los portales con tanto celo,
Pudieron mantener firme la voluntad para impedir la entrada del visitante.

Porque fue inesperado, pero certero como ningún otro.
Descubrió mis secretos más celosamente guardados
Y los hizo suyos, y los volvió a hacer míos.
Ósmosis de almas, papel que teníamos que jugar.
¡Oh, fortuna! Permitiste que el dulce ladrón se llevara mis posesiones,
Saqueando el templo, y dejando su estandarte indeleble a su paso.

Hizo suyos los recovecos más crípticos,
Y se llevo con él la mitad de mi pieza clave.
Ahora, si no vuelve a visitarme,
No podré acceder de nuevo a mi esencia.

Necesito su latido, para completarme.
Comulgamos en espíritu y ya no hay vuelta atrás.
El templo está vacío sin el visitante que es uno sólo con mi esencia.
Condenados o bendecidos a retornar una y otra vez.
La compañía se bebe al silencio, el silencio devora al ruido.
Pero las ondas del espíritu no cesan de agitarse y de intentar fundirse
Una y otra vez.

Paseando los ojos por el frío suelo, sólo recuerdo la
Temida y deseada llegada del visitante, que con firmeza y
Sin titubear, hizo suyo todo a su paso.
Hizo que lo elevado se volviera más real al conectarlo
Con el suelo, con la tierra madre. Con la Tetis de todos los vivientes.

Sólo queda esperar que la fortuna emita su dictamen,
Y bajo el manto de la espesa noche seguiré aguardando al visitante.
Soñando que profane sólo mi sagrado templo y no otros templos mil veces profanados, desprovistos ya de esencia.
Aspirando volver a comulgar con él y con el cosmos.
Anhelando que deje de ser visitante y se convierta en permanente morador de ésta, su casa.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Angel Oscuro

El perverso placer de estar con vos
me carcome,
aunque se que tu insano fuego
me quemará una vez más.

Sólo dejará cenizas
tan corruptas,
que ni el viento
se las querrá llevar.

Tú, mi pecado,
mi malévolo querubin,
forjador de tentaciones
falaces y abrasadoras.

Mensajero de la pasión
y del poder de derrumbar
voluntades.

Quisieran cerrarte el paso,
pero se quebrantan
ante tu implacable estímulo,
aquel que no admite negaciones.

Impones tu imaginario,
déspota delicioso, sobre
la quebrantada, que intenta ser
roca.

Roca que se hace maleable,
bajo tu voraz presencia
que arrastra desaforadamente
al vicio.

Enloquecidamente haces a la
voluntad verse en un camino
labrado de lujuria.

Ansía ella recorrer ese camino,
aunque oprimida, debajo de vos,
sabe que eres
detestablemente hermoso.