miércoles, 11 de noviembre de 2009

Valeria

Valeria es una joven de dieciséis años, es talentosa, bonita y poseedora de un maravilloso encanto natural. Fue criada en una buena familia un poco sobre protectora que la limita en muchos aspectos, pero que a fin de cuentas la quiere. Día tras día Valeria asiste al instituto, va a sus lecciones de piano y hace sus deberes aplicadamente sin que nada interesante o novedoso suceda en su vida. Tiene algunas compañeras que si bien la aceptan en el grupo, constantemente critican su forma –un tanto conservadora- de ser. Pero Valeria no se dejaba influenciar por las críticas de sus amigas, y continuaba impasible y serena ante su monótona vida, pero por una de estas cosas del destino un día todo cambió. Una tarde como cualquier otra, Valeria caminaba rumbo a su casa cuando las alegres risas de sus compañeras, que estaban sentadas en una cafetería de la calle, le hicieron volver a mirada. Usualmente, hubiera saludado con la mano y proseguido su camino, pero esta vez un extraño impulso imposible de ignorar la hizo acudir a sentarse con las otras chicas. Estas sin duda alguna se sorprendieron sobremanera con su llegada, pero la acogieron de buen grado. Valeria se sentía especialmente diferente, con ganas de romper las reglas y de hacer algo distinto; de darle un giro a su monótona vida. Sintiéndose cada vez más en confianza, y dejándose atrapar cada vez más por la hilarante conversación de sus compañeras, no se percataba de la hora, ni se preocupaba de la profesora de piano que ya la esperaba en casa. Las chicas le propusieron ir a una fiesta en una casa cercana, el primer impulso de Valeria fue rechazar a invitación; pero atrapada como estaba, por ese extraño y alegre ánimo, aceptó.
Una vez en la fiesta, la atención de Valeria fue captada por un joven muy atractivo que fumaba un cigarrillo algo extraño al otro lado de la sala. El joven sonrió al percatarse de la mirada, y ella posó sus ojos en el suelo, sonrojada. Se enteró por sus amigas que el nombre de este atractivo joven era Armand. Valeria continuó en su animada charla y entre una cosa y otra hizo cosas que jamás había hecho: tomó sus primeros tragos de tequila, fumó su primer cigarrillo, bailó con un desconocido e incluso aspiró unas bocanadas de marihuana. Comenzó a sentirse peculiarmente mareada y desorientada, pero al mismo tiempo eufórica y feliz. Transcurridos unos minutos Armand se acercó a ella y le buscó conversación. Le contó una que otra trivialidad, y le hizo muchos elogios a su belleza; Valeria no se lo podía creer, ¡Era el chico más guapo con quien había conversado en toda su vida! Presa de la emoción, se dejó llevar por lo que sentía y posó sus labios sobre los de Armand, sintiéndose emocionada y algo aturdida. Le extrañó no ver a sus amigas en los alrededores, pero dejándose seducir por Armand, terminó con este en una habitación. Ella tenía intención de algunos besos y una que otra caricia inocente, quizá. Pero Armand, preso del deseo por la preciosa muchacha y envalentonado por el alcohol y la cocaína que fluían en su organismo, sin duda alguna quería llegar mucho más lejos, por lo que comenzó a desabotonar la camisa de Valeria. Ella trató de resistirse, pero fue allí cuando se dio cuenta de que estaba mucho más mareada de lo que pensaba. Trató de hablar con Armand, pero estaba tan ebria que las palabras que salían de su boca eran ininteligibles. Mientras más trataba de resistirse a la presurosa mano de Armand, más agresivo se ponía él, ya no quedaba rastro del muchacho simpático que se le había acercado hace un rato a hacer conversación; sólo había un hombre ávido de deseo dejándose llevar por sus instintos. Despojó a Valeria de toda su ropa y la violentó sin piedad alguna, el dolor que ella sentía era tal, que recobró todos sus sentidos, antes ofuscados por el alcohol. Una vez lúcida, advirtió una botella medio vacía de vodka que reposaba sobre la mesa de noche y sin perder tiempo golpeó con todas sus fuerzas a Armand en la cabeza. Se incorporó, rápidamente se vistió y al echar una última ojeada a la habitación se percató de que Armand estaba muerto. Corrió con todas sus fuerzas al abandonar la casa, y no paró hasta llegar a la suya propia. Mil pensamientos cruzaban su mente de manera atropellada no soy virgen, he matado a un hombre, me he emborrachado y drogado, he matado a un hombre… Estaba totalmente desequilibrada. De pronto recordó que tenía clases de piano y entonces corrió más fuerte, antes de entrar a su casa se arregló las ropas y el cabello, y una vez dentro fingió su mejor cara de tranquilidad, sonrió a su profesora de piano y se excusó por la tardanza. Una vez sentada en el piano dejó que todos sus sentimientos acerca de lo acaecido aquella tarde, fluyeran a través de sus dedos y fue así que consiguió la mejor improvisación de su vida, lo que la hizo acreedora de las felicitaciones de su profesora y sus padres. Valeria jamás comentó a nade lo sucedido, no volvió a ver a sus amigas, y actuó como si nada hubiera pasado. La pieza que creó a partir de su tragedia, la llevó tres meses después a ganar un importante premio en el ámbito musical. Sólo al interpretar su pieza sentada al piano, venían a ella los turbadores recuerdos de aquella tarde en la que decidió dejarse llevar por aquel ánimo especial.

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